Cuando analizamos cifras y datos referidos a acontecimientos históricos de carácter político, inevitablemente nos encontramos con la frialdad del negro sobre blanco. Los textos inmortalizan sucesos pero nunca podrán recoger las emociones de los protagonistas, porque los sentimientos son indescriptibles. Aún así, quiero intentar transmitir por escrito lo que simboliza el 3 de marzo en Gasteiz. No sólo para las generaciones que vivieron los acontecimientos de 1976 en primera persona, sino también para los gasteiztarras que hemos interiorizado el significado de aquella masacre pese a haber nacido después. Para todos nosotros no es una línea más de una larga lista de actos represivos de un contexto tardofranquista. El 3 de marzo de Vitoria es el espejo permanente en el que se reflejan todos los errores, toda la impunidad y toda la injusticia de un proceso antidemocrático, construido a medida de los asesinos fascistas para amoldarse a una monarquía parlamentaria impuesta. Pero también es el espejo permanente en el que se refleja toda la dignidad, toda la valentía y todo el compromiso de lucha de Euskal Herria. Por eso año tras año recordamos a aquellos trabajadores asesinados por las balas de Fraga, pero siempre compaginando la memoria con las reivindicaciones actuales, consiguiendo así que el espíritu de justicia y respeto a la voluntad democrática del pueblo continúe vivo 30 años después. En estas coordenadas hay que entender la conmemoración del último 3 de marzo. La muerte de dos presos vascos y la rabia por la persistencia de la política de venganza española contra los sectores más activos del pueblo vasco, eran necesariamente compatibles con el recuerdo de los trabajadores asesinados por reivindicar derechos y defender la libertad. Y llegó la policía, y actuó de una manera «adecuada, proporcionada y justificada por la resistencia que se produjo en ese momento». Violencia, disparos, golpes, sangre, lágrimas, dolor, impotencia, incomprensión e indignación que «afectó exclusivamente a las personas que incidieron en esa resistencia, porque la manifestación, como todos los años, acabó su recorrido sin ningún problema». La versión policial no sorprende a nadie, otra vez mentiras y excusas que no arañan ni la piel de las miles de personas que nos hemos ido fortaleciendo y reafirmando cada día más, a base de cargas, golpes, conculcaciones, represión y falsedades. Sin embargo, no se van a quedar en el olvido estas explicaciones de Balza Iribarne. Ya forman parte de la memoria del pueblo, ese recuerdo grabado a fuego en la dignidad que se empeñan siempre en hacer desaparecer y no pueden. Ahora que la sociedad vasca está ilusionada con el horizonte democrático que se puede alcanzar, es importante recordar que si estamos en este camino no es precisamente por los “fragas” y los “balzas” de turno. Estamos ante esta gran oportunidad gracias a los hombres y mujeres que durante décadas han defendido Euskal Herria y han luchado por la libertad por encima de todos los obstáculos. El tiempo los dejará en su sitio, la palabra del pueblo también. Gora Euskal Herria! Gora Askatasuna!
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