por Kepa Menéndez Pera
– ¡Desalojen la iglesia como sea!
– ¡Manden fuerza para aquí. Ya hemos disparado más de dos mil tiros!
– ¿Cómo está por ahí el asunto?
– Te puedes figurar, después de tirar más de mil tiros y romper la iglesia. Te puedes imaginar cómo está la calle y cómo está todo.
– ¡Muchas gracias! ¡Buen servicio!
– Dile a Salinas que hemos contribuido a la paliza más grande de la historia. Aquí ha habido una masacre. Pero de verdad, una masacre.
Esta es parte de la trascripción del diálogo mantenido entre los distintos mandos policiales en la fatídica tarde del 3 de marzo de 1976, cuando, apostados frente a la estrecha puerta de acceso a la vitoriana Iglesia de San Francisco, del barrio obrero de Zaramaga, y al grito de “¡Vamos a por ellos!”, efectivos de la todavía policía franquista vaciaban de manera indiscriminada los cargadores de sus metralletas y pistolas contra el numeroso grupo de trabajadores que se había reunido en el templo para celebrar una asamblea reivindicativa en defensa de sus derechos laborales. Resultado de la carga policial: cinco personas muertas y un centenar de heridos por disparo de bala.
Casi treinta años después, el simple recuerdo de aquellos luctuosos acontecimientos hace que los sentimientos de solidaridad y adhesión de la sociedad alavesa para con los afectados afloren con toda su vitalidad por una herida que no sabe del paso del tiempo, que se resiste al anonimato y que exige la depuración de las responsabilidades de los directamente implicados en tamaño crimen, entre los que cabe destacar el hoy presidente honorífico del PP, y entonces titular del Ministerio de Interior, Manuel Fraga Iribarne.
Un Fraga Iribarne que preguntado recientemente por lo ocurrido aquel 3 de marzo, optaba por restar importancia a la actuación de su policía y la comparaba con la contundente exhibición de las fuerzas especiales moscovitas, hace ahora tres años, en el asalto al teatro en el que un comando de extremistas chechenos se había hecho fuerte tras retener a los centenares de espectadores que poblaban el local. “Fíjese –señalaba el líder ‘popular’ a su interlocutor– cómo han actuado ahora los rusos”, en alusión a las 170 personas que murieron en dicha operación.
Fruto de esa indiferencia, la misma de la que todavía hoy sigue haciendo gala un decrépito Fraga, es la que llevó al maltrecho gobierno de la época, que por entonces lloraba la reciente desaparición del dictador, al sobreseimiento del sumario a través de un no menos plañidero Juzgado militar, tan sólo meses después de que el tableteo de las automáticas segara la vida de unos inocentes y dejara graves secuelas, algunas de por vida, a otros muchos.
Hoy es la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo de 1976, que engloba a los afectados de una tragedia que conmocionó la vida de los alaveses, y cuyo recuerdo ha ido transmitiéndose de generación en generación, la que se erige en portavoz de los allí asesinados al objeto de que la ciudadanía no olvide el impune crimen de cinco de sus convecinos.
Y decididos como están a que se haga justicia y a que los responsables de tal represión no queden libres de cargo, este colectivo ha cobrado estos días un especial protagonismo tras instar al diputado general de Araba, el ‘popular’ Ramón Rabanera, a que tanto él como su partido reclamen de manera formal y explícita el esclarecimiento, investigación y depuración de responsabilidades en torno a aquellos trágicos sucesos, supeditando dicha demanda a la no aceptación de manos del citado mandatario de la Medalla de Oro de Alava, galardón con el que las Juntas Generales han querido reconocer el solidario trabajo de la asociación durante todos estos años. Una actitud que Rabanera no ha dudado en tildar de “desprecio a los alaveses”.
Resulta paradójico. Lo que a los ojos de la inmensa mayoría de la sociedad alavesa no deja de ser una legítima y justa reclamación, como es la creación de una comisión destinada a esclarecer lo acontecido en aquella jornada, por cuanto que a través de la misma se pretende rescatar del anonimato la memoria de las víctimas y poner punto final a un interrogante que por su gravedad enturbia la historia de nuestra provincia, amén de una razonable actitud por parte de los galardonados, ya que resultaría una incongruencia recibir un distintivo de estas connotaciones de manos de un dirigente del PP siendo Fraga Iribarne fundador y presidente honorífico de dicho partido; para el mandatario alavés, el ultimátum lanzado por el colectivo es un soberano desprecio a la ciudadanía arabarra.
No cae en la cuenta el representante ‘popular’ que no cabe mayor desprecio a los alaveses que la postura cómplice e insolidaria que tanto Rabanera como su compañero de formación política, el alcalde de Gasteiz Alfonso Alonso, han mantenido y siguen manteniendo en torno a este asunto, procurando en todo momento echar tierra sobre un crimen que reclama ser investigado y juzgado, no sólo por el ortodoxo resarcimiento de los asesinados y heridos, así como de sus allegados, sino también por el respeto a esta ciudadanía, en tanto en cuanto que lo que allí aconteció forma parte de su memoria colectiva.
Precisamente desprecio, olvido, discriminación y agravio con otro tipo de víctimas, es lo que soportan los integrantes de este colectivo desde los gobiernos foral y municipal del PP alavés. Deberíamos recordar cómo el partido de Rabanera votó en contra de una moción de apoyo a las víctimas del 3 de marzo en las Juntas Generales, en 2003; o el uso que de su voto de calidad hiciera ese mismo año Alfonso Alonso para tumbar la iniciativa que perseguía rechazar unas oprobiosas declaraciones de Fraga en torno a los sucesos vitorianos, una vez que en el citado pleno se produjera un empate técnico entre los grupos de la oposición y el PP. Eso sí es desprecio a los alaveses.
Paradojas de la vida, mientras el diputado general se escandaliza por una demanda de hondo calado lícito y moral, en el Estado español se investiga y juzga, a instancias del partido de Rabanera, a un nutrido grupo de personas cuyos delitos, a tenor de las pruebas presentadas hasta ahora, han sido organizar un campeonato de mus para un determinado diario y disponer de una guía turística de un país concreto.
Sepa el señor Rabanera que la sociedad alavesa no se siente ultrajada por la actitud de la Asociación de Víctimas del 3 de Marzo de no recoger el galardón si previamente no se abre una vía de investigación que esclarezca aquellos hechos. Es más, es la propia ciudadanía arabarra la que le reclama al diputado general, a la institución que regenta y al partido al que pertenece, que apremien la creación de dicha comisión investigadora ante las instancias estatales pertinentes.
Es esta sociedad la que le exige, como máximo representante de la provincia que es, el resarcimiento y la recuperación de la memoria histórica, la memoria histórica de Araba y de su gente, la memoria histórica de los que fallecieron en aquella trágica jornada. En definitiva, la memoria histórica que Rabanera y Alonso parecen repudiar, no tanto por mor del tiempo transcurrido, sino por las connotaciones que un hecho de estas características continúan teniendo sobre la figura del presidente de honor del Partido Popular: Manuel Fraga Iribarne.
Noviembre 2005 Publicado el 13 de Diciembre del 2005 en Diario de Noticias de Álava