El más deslumbrante descubrimiento se da cuando dos personas se revelan a un mismo tiempo, una hace de espejo de la otra y al revés. Definirlo es diluir en palabras algo que está colmado de magia.
Cuando mi padre conoció a Amparo, estaba disfrutando de los primeros pasos de la Asociación del 3 de marzo. La periodista y escritora estaba contrastando datos para escribir “Gasteiz 3 Marzo 1976. Un recuerdo 25 años después”. Por entonces Romualdo contaba setenta y cuatro años y se había pasado desde los cincuenta llamando a la puerta de de sindicatos, partidos de izquierda y de abogados, todos ellos muy compresivos pero que a fin de cuentas siguieron su carrera política y profesional dejando, la mayoría de ellos, en la estacada al padre con su amor por el hijo asesinado por las balas de la Policía Armada española el 3 de marzo de 1976 en Gasteiz y con ello, su sed de justicia. ¿Por qué mandaron tirar a matar? no ha cesado de hacerse esa pregunta entre el lamento y la rabia. Intentaban consolarle: “Romualdo, tienes razones para exigir justicia, es cierto que a los responsables de estos crímenes nunca se les ha pedido explicaciones. Ahora vivimos en una democracia y tienes que olvidar lo pasado.” ¡Cuánta frialdad, cuánta hipocresía tenemos que soportar del Estado y de la mayor parte de su clase política!
En medio de esta soledad él siguió adelante y todavía muestra el ímpetu de denunciar a un Estado aquiescente que da cobijo a los responsables manteniéndolos aun en el poder y que incluso con un lenguaje balbuceante, se jactan justificando su responsabilidad en los hechos. A pesar de su edad, Romualdo no ha capitulado de lo que se ha convertido en el fin de su vida que es seguir peleando por la verdad y la justicia. Amparo siempre admiró de este luchador, esa tenacidad forjada en su corazón y también le conmovió la rabia nacida de su sufrimiento. Vislumbró al padre tocado en el alma.
Ahora que Amparo lleva semanas en la cárcel aún veo con mayor claridad lo que mi padre reconoció en ella de si mismo; el amor a las causas justas y la valentía que surge de la nobleza de espíritu. Amparo es una mujer y ciudadana concienciada con la idea de establecer la paz y la democracia donde se acuerden y respeten todos los derechos individuales y colectivos. La auténtica y verdadera Justicia también.
Mi familia conoce a Amparo desde hace varios años, hemos tramado una relación de cariño entrañable y todo empezó por la sincera amistad de mi padre Romualdo con ella. Más de una vez he pensado sobre esta querencia y admiración recíproca de ambos.
Desde hace dos años prepara un libro sobre un inmigrante extremeño que llegó a Vitoria en los años 50, una semana antes de su detención me dijo que en febrero comenzaría a redactarlo y que nos llamaría para apuntalar los datos. Ha estado tan ocupada en el cuidado de su madre hasta el final, que no ha podido centrarse en escribirlo.
Queremos ver a Amparo en Gasteiz paseando a su perra por el Paseo de la Universidad o llevando el carro de la compra los sábados por la mañana en Las Desamparadas. La he conocido como madre entregada cuidando de su hija cuando ha estado enferma o como hija volcada en la atención a una madre anciana y dependiente. En Brozas, el pueblo natal de Romualdo, esperan con avidez su libro.
La familia Barroso exige la libertad de Amparo Lasheras porque las acusaciones calumniosas no se acreditan. Sentimos vergüenza ajena hacia los jueces y políticos que menosprecian la democracia.
Te tenemos presente todos los días: Faustina, Blanca, tu apreciado Romualdo y Eva.
Eva Barroso Chaparro. Hermana de Romualdo Barroso, trabajador asesinado el 3 de marzo de 1976 en Gasteiz